20 abr 2014

Manifiesto personal.



Ahora que vivimos una época en la que la amabilidad se ha convertido en una especie de unicornio y la simpatía se confunde con el clientelismo, en la que está mal visto ser agradable sin esperar nada a cambio, y en la que se tiende a considerar tonto al decente y listo al desvergonzado, igual es el momento de parar y ver en lo que nos hemos convertido. De salir corriendo, aunque sea esta noche y sólo de forma imaginaria, de la mediocridad que nos rodea a todas horas. Así pues, en forma de manifiesto personal e intransferible, vengo a decir que:

Huyo, o al menos lo intento, de la crítica infundada, vacía y sistemática a la que tantos acostumbran, y guardo para mí todas aquellas ideas que sólo a mí me interesan. No pretendo convencer a nadie con lo que digo y ni mucho menos hacerle sentir mal; mi época de abogado por suerte ya pasó. Me enerva la exposición constante a la impertinencia ajena, y ese derecho autoproclamado por muchos a opinar de forma sistemática sobre lo que hacen los demás sin reparar en que a veces ellos mismos pueden estar equivocados. Me aburre esa gente que no es capaz de comprender que no siempre tiene la razón, y la intolerancia constantemente reafirmada como modo de existir.

Me cansan mucho esas guerras fratricidas que no van a ningún lado, y aquellos que perseveran en tratar de convencer a los demás de que esto es mejor que aquello sólo porque a ellos les gusta más. Me molesta mucho que haya quien considere que la dignidad tiene que ver con el dinero, y cuando callo no siempre estoy otorgando la razón; a veces –las más- simplemente no tengo ganas de discutir. Observo, a veces incluso en mí mismo, un exceso de ego generalizado. El yo siempre va por delante del nosotros, y no siempre debería.

Me angustia la falta de empatía que lo invade todo últimamente, y el exceso de egoísmo al que hemos llegado de repente. A veces –muchas- falta sensibilidad, y la soberbia, que generalmente suele ir de la mano de la ignorancia, últimamente le ha ganado la batalla a la educación. Se han perdido las buenas maneras, si es que alguna vez las hubo, y por lo visto parece que todo el mundo está en disposición de exigir a los demás algo que muchas veces no son capaces de conceder ellos mismos: respeto.

Me genera desasosiego el hecho de que se veneren falsos héroes, y se sigan opiniones populistas, que también se ha puesto muy de moda. Me aburren los que comulgan con ruedas de molino, y los que no son capaces de pensar por sí mismos, que desafortunadamente son muchos. Pero sobre todo, me genera verdadera tristeza ver cómo después de tantos millones de años no somos capaces de respetar, que no compartir, las creencias de cualquier tipo que puedan tener los demás. Que es tanto como ser capaces de convivir en sociedad.

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