Salvoconducto busco que acerque a
esta orilla,
o lleve en volandas las horas que
separan,
los kilómetros de parpadeos imperceptibles,
que encuentro entre nosotros de
por medio.
Casualidad imploro ausencia y en
voz ínfima,
que de forma más o menos
programada
vacíe de incertidumbre la salida
inembargable
de este túnel perfecta y eternamente
circular.
Y encuentro sólo y sin embargo,
muros infinitos
junto con ventanas opacas, presas
a cal y canto,
y campanas que siempre doblan a muerto,
y retazos de vidas de personas
que no están.
Obtengo certezas allá donde busco
dudas,
desamparo donde pretendo
esperanza,
y un olvido impaciente por dejar
de ser memoria
viva de recuerdos aspirantes a
resucitar.
Y sin embargo sigo pintando los
olores,
dibujando sensaciones con sabores
indelebles,
vendiendo parte de mi alma a
precio de saldo
a personas que ni así pueden
pagarla.
Me hallo perdido en la vorágine
de un cielo
que no existe más allá de las
palabras infundadas,
de rimas elocuentes que no llegan
a ser rimas,
de discursos pronunciados al
albor de la razón.
Traiciono –si es que puedo-
principios ajenos,
y cumplo firmemente mi deseo de
esperar
que cuando este barco llegue a
puerto,
la duda que me lleva a la deriva,
todavía siga allí.
Y con todo, aún descubro horas en
el día en que,
exiliarme de mi mismo no parece
mala idea
siempre que, en medio de ese
exilio voluntario,
un destello de locura, me devuelva
las ganas de volver.