Ahora que este texto ya ha
prescrito, y que aquello de lo que habla me acompañará para siempre, me
apetecía compartir con el mundo una de las cosas más emocionantes -y emocionadas-
que he escrito jamás. Sé que aquello de lo que habla es un buen recuerdo porque
mientras lo leo, no puedo dejar de sonreír. Y dice así:
“Me gustas cuando apartas en el
plato un trozo de comida y lo dejas para el final, porque crees que es la mejor
parte, la que te dejará buen sabor de boca. Cuando me dices que hagamos pizza,
o que te gusta mi tortilla de patatas, aunque ese día no esté muy inspirado. Me
gustas cuando me dices lo mucho que darías por estar en La Tasquita bebiendo
Dorada y comiendo papas con mojo. Cuando te dejo sola un momento en la mesa, y
al regresar me dices que se ha subido una gallina y se ha comido mis patatas.
Me gustas cuando te digo que he probado los cinnamon rolls, y te falta tiempo
para buscar la receta y hacerlos tú.
Me gustas cuando me mandas un
mensaje para darme los buenos días, cuando me mandas esa canción que desde
aquel viaje es sólo nuestra. Me gustas cuando insistes en que hagamos algo,
cuando no desistes de mí por muy difícil que te lo ponga. Cuando me avasallas
hasta que finalmente consigues quedar conmigo, por muy ingrato que sea
intentarlo muchas veces. Por muy complicado que sea soportarme. Me gustas cuando
me envías fotos de osos panda, o cuando me llamas a escondidas de tu madre,
para que no sepa que estás hablando conmigo, porque ella sabe que soy tóxico
para ti. Y te quiere proteger.
Me gustas cuando hace sol y
tienes frío. Cuando te llevo a desayunar churros con chocolate y apenas llegas
a la barra. Cuando te despiertas antes que yo, y te quedas en mi cama viendo
como duermo, hasta que te hartas y terminas por despertarme. Me gustas cuando
te escondes debajo del edredón y me dices que estás haciendo la croqueta, cuando
me abrazas y me dices eso de “que te doy un cabezazo”. Cuando me envías la cara
del oso panda en una conversación de Whatsapp. Me gustas cuando te enfadas
conmigo, y cuando te ríes. Cuando me atas con un lazo imaginario y me haces
cosquillas hasta que saco fuerzas de no sé dónde y le doy la vuelta a la
tortilla.
Me gustas cuando una noche de
repente, tras tres años fuera de mi vida, apareces y decides que has venido
para quedarte una temporada, aun a riesgo de que la moneda salga cruz. Me
gustas cuando eres valiente, cuando no tienes miedo al fracaso de lo nuestro
una vez más, cuando apuestas todo lo que tienes a esta empresa personal, y
tienes el valor de intentarlo aun sabiendo que muy probablemente, todo volverá
a salirnos mal. Me gustas cuando no puedes dejar de ser bonita, por mucho que
me empeñe en borrarte la sonrisa con mi falta de decencia. Cuando hueles a la
colonia de siempre, a la que huele a ti.
Me gustas cuando sabes que lo
estoy pasando mal, y aunque me comporto como un imbécil contigo, siempre te
ofreces a echarme una mano. Cuando me dices que entiendes que haya tomado la
decisión de irme de aquí, aunque te duela. Cuando te escribo una parrafada para
decirte cuánto lo siento, y en lugar de enfadarte, me respondes con toda la
comprensión del mundo. Me dices que ya no sufres por “esto”. Me gustas cuando
eres tú la que peor lo pasa, y sin embargo la que me ofrece consuelo a mí.
Cuando eres más realista que yo, que suele ser siempre.
Me gustas aunque seas del Atleti.
Aunque a veces me agobies mucho. Aunque a veces no sea capaz de responderte a
una declaración de amor sincera. Me gustas aunque no puedas comer queso y
detestes la bechamel. Aunque te gusten las palomitas con mantequilla. Aunque no
me guste el ambientador que llevas en el coche. Me gustas aunque seas
sedentaria, aunque no compartamos aficiones. Aunque de vez en cuando rompas tu
ordenador y me toque formatearlo. Me gustas aunque ya nunca vaya a ser capaz de
demostrártelo. Aunque vaya a salir corriendo.”