27 nov 2022

Breve anatomía del tiempo.

Algo que me pregunto con frecuencia es, a partir de qué momento comenzamos a asumir que hay ciertas cosas en la vida que ya no pasarán. O sea, en qué punto entre los 5 y los 35 pierdes la escafandra sin darte cuenta y dejas, de la noche a la mañana, de querer ser astronauta. Un domingo, de repente, después de jugar un partido de fútbol con amigos, de pronto te sobreviene la idea de que en cuatro días te plantas en los 30 y no queda ni rastro de aquel niño que quería jugar en el Madrid. Vas creciendo y, sin quererlo, poco a poco llegas a conocer la temperatura a la que se evaporan los sueños. La vida te va inoculando, gota a gota, de manera tácita, una extraña capacidad para aceptar algo que si bien no siempre es fracaso, a menudo se le parece mucho. 

Debe haber un lugar en la memoria donde se almacenan, tal vez en cajas desordenadas, todos estos sueños, estos deseos felices que el tiempo va poco a poco soterrando. Una especie de biblioteca mental, albergada en alguna esquina del cerebro, donde a lo largo de los años se acumulan las cenizas de todos estos proyectos que quedaron en nada. Un museo de las profesiones frustradas donde uno puede ver, ordenado por años, en qué momento se empezó a torcer la carrera futbolística de uno —si es que alguna vez la hubo— o cuándo decidió que ir a la luna, en el fondo, no le compensaba lo suficiente como para estudiar física. 

Al cambio, existe un cierto placer en mirar hacia atrás y ver lo poco que se parece la vida que tiene con la que en algún momento imaginó. Todos aquellos planes magníficos, de alguna manera mutaron en algo completamente diferente a la escarpada que habíamos trazado. Y a pesar de que no haya balones de reglamento ni cohetes que viajan al espacio, es difícil no sonreír cuando uno ve, después de cierto tiempo, la ingenuidad con la que alguna vez miró a los ojos al futuro. Con suerte, si ha aprendido algo, asume que da igual lo que quiera porque en el fondo la vida le llevará por su propio camino. Y si no ha aprendido nada, como yo, llegará tal vez a los 60 y todavía estará esperando su oportunidad para debutar de corto o abrocharse el cinturón en la cabina de transbordador.  


21 nov 2022

25 consejos a mi yo de 25.

1. Olvídate de ahorrar pasta. Vive. Viaja. Disfruta. El dinero va y viene. El tiempo sólo avanza. ¿Cuándo vas a volver a tener 20 años el tercer viernes de junio? Nunca. Sal, diviértete y no mires mañana lo que te fundiste anoche.

2. Sé sincero pero no seas gilipollas. Es decir, di la verdad pero no seas hiriente. A veces es mejor callarse y hacer como que todo está bien que abrir la boca y romper la armonía del momento. La sinceridad muchas veces está sobrevalorada. 

3. No discutas con extraños. Nunca. Bajo ninguna circunstancia. No pierdas el tiempo en dar lecciones a gente que no te importa. Es mejor asentir y seguir hacia adelante. Volvemos al punto 1: tu tiempo es limitado. No lo malgastes con idiotas. Huye de quienes te roben la energía.

4. Vete de España. Sal. A donde puedas y como puedas. Ve mundo. Conoce otras culturas. Abandona el pueblo como Totó en Cinema Paradiso y regresa si hace falta, pero vete. Se aprende más viviendo un mes fuera por tu cuenta que en veinte años en casa.

5. Aprende inglés. No porque quede genial en tu CV. Hablar inglés te abre puertas porque es la lengua franca. En inglés te entiendes con casi todo el mundo y te va a hacer falta para ligar, para pasar una aduana y, depende de dónde, hasta para tomarte un café.

6. Cuida tu cuerpo. Esto no significa que no bebas, que no comas de más y que no te fumes un pitillo de vez en cuando. Significa que hagas deporte y que lo introduzcas dentro de tu rutina diaria. Levanta pesas. Corre. Tener un cuerpo sano es clave para disfrutar más de la vida.

7. No tengas miedo a pedir perdón si te equivocas. La soberbia no sirve para nada. Si cometes un error y de verdad lo sientes, dilo. Y aprende del error, aunque lo vayas a volver a cometer. Las disculpas, por cierto, se ofrecen, no se exigen.

8. Y al contrario: perdona a quien te ofrezca una disculpa sincera. Todo el mundo tiene derecho a cometer un error, así que sé comprensivo cuando lo hagan. En algún momento tú también la vas a cagar y agradecerás que hagan por entenderte.

9. La pasión es un valor seguro. Encuentra aquello que te gusta y busca una manera de convertirlo en tu modo de vida, excepto si aquello que te apasiona te va a hacer morirte de hambre. Si ese es el caso, conviértelo en una afición y dedícate a algo que te deje tiempo para disfrutarla.

10. No tengas miedo a equivocarte. Vas a tomar decisiones erróneas, quieras o no. Lo que marca la diferencia no siempre es la decisión en sí, sino tu forma de afrontar las consecuencias de la misma. Casi todo tiene arreglo si lo miras con la perspectiva adecuada.

11. No te tomes demasiado en serio a ti mismo. Por mucho que tu madre te diga que eres muy guapo y muy listo, no eres especial. De hecho, el 99% de la humanidad no lo es y no pasa nada. Tener un ego desorbitado no sirve para nada y además te hará parecer un imbécil. 

12. No juzgues a los demás. Nunca. Bajo ninguna circunstancia. Especialmente porque no sabes qué pueden estar pasando. Cada uno vive como puede o como quiere y tú no eres nadie para opinar sobre lo que hace el resto. Además, recuerda el punto 3.

13. La universidad no es la panacea. Te lo digo yo, que soy profesor. Estudiar está muy bien porque te abre puertas, pero el mejor aprendizaje se adquiere con la práctica. No te ofusques si pasas por Derecho de puntillas, es sólo el primer paso.

14. La gente normalmente no cambia. Quien es idiota, es idiota, y es bastante posible que quien te la juegue una vez te la acabe jugando dos. Pero recuerda el punto 8, todo el mundo merece una segunda oportunidad. Nunca una tercera.

15. No te obsesiones con planificar demasiado las cosas. Salvo que quieras llevarte una decepción, claro. Está bien tener unas líneas maestras, pero es muy posible que el plan salga mal. Vale más tener capacidad de adaptación ante la adversidad que ser un perfecto estratega.

16. Intenta montar tu propia empresa. Y arruínate con lo poco que tengas. Casi seguro va a salir mal, pero vas a aprender un montón sobre cómo no comenzar un negocio. Haz caso a Belén Rubiano.  



17. Aprende a no hablar de más. Es mejor pasarse por defecto que por exceso. Haz que tu interlocutor siempre se quede con ganas de más. Vale para los negocios pero también para ligar. Jamás seas ese que va a una conferencia y hace una pregunta más larga que la ponencia. 

18. Cultiva la disciplina. En el fondo aquí está todo. Si eres capaz de domesticar tus instintos y respetar tu propio orden interno, tienes mucho ganado. La fuerza de voluntad no viene de serie, hay que entrenarla. Hazlo. 

19. Sonríe siempre. Ser agradable con la gente, especialmente con aquellos que te prestan un servicio, ayuda a que consigas tu objetivo mucho más deprisa. No subestimes el poder de tratar bien a los demás y hacerlo con una sonrisa en la cara. 

20. Dedica menos tiempo a pensar en el proceso. Busca siempre la eficiencia en tus esfuerzos, pero no te obsesiones. Corrige sobre la marcha. Y sobre todo, no hagas que el proceso en sí te distraiga de trabajar en tu objetivo. Sobre todo si tu objetivo es escribir una tesis.

21. Prioriza siempre las experiencias sobre las cosas. La gente materialista es un coñazo, nunca tiene suficiente de nada. Cuanto menos necesites para ser feliz, más fácil te resultará alcanzar ese estado. Las cosas se pierden, las experiencias siempre viajan contigo y no pesan al hacer una mudanza.

22. Sé siempre generoso. Aunque no tengas nada. No hay nada más triste en la vida que ser un cutre y un agarrado. Sé espléndido con el resto, especialmente con aquellos que tienen menos que tú. Compartir es vivir, y más si se comparte con amigos.

23. Aprende a disfrutar la soledad. Tener pareja puede ser algo muy gratificante, pero ser emocionalmente dependiente es un coñazo. Para ambos. Si vas a estar con alguien, que sea porque quieres, no porque lo necesitas. 

24. Busca siempre el lado bueno. Nada ni nadie es puramente maldad. Todos tenemos algo bueno y si esperas el tiempo necesario lo acabarás descubriendo. Busca siempre la parte positiva y trata de ver el vaso medio lleno. En el mundo sobran actitudes negativas.

25. Lee. Todo lo que necesitas saber está en los libros. No aceptes consejos de nadie. Y menos de tu futuro yo en un blog.


20 nov 2022

El cascarrabias.

De un tiempo a esta parte, no sé muy bien por qué, he ido evolucionando a un tipo que a menudo se vuelve cascarrabias cuando le traen frías las patatas fritas que acompañan a la hamburguesa. No es difícil salir a comer conmigo, porque en el fondo no soy amigo de los restaurantes con ínfulas que te prometen mucho lirili pero te traen poco lerele. Pero sí es verdad que me gusta jugar, con mi acompañante de turno —jamás le doy la turra al camarero— a ser una especie de Antón Ego que no se contenta casi nunca con nada; de ahí la alegría y la incredulidad de mi contraparte cuando llega algo a la mesa que me parece un acierto. 

En los últimos meses he visitado restaurantes pretendidamente españoles que prometían una experiencia similar, poco menos que, a comerte unas bravas en la calle Meléndez Valdés. Desde uno cerca de casa que te vende un “Trip to deep Madrid” y te mete con calzador unas croquetas de pollo al curry, a otro en Florida donde el camarero —que ni por las pintas ni por el acento dedujo que yo era español— me repitió tres veces que la comida era tradicional. Y no es que se comiera mal en ninguno de los dos casos, pero no era lo que prometían. Alguien debería decirles que cuando la comida está rica, el discurso es lo de menos. Eso, y que mentir está mal.

En Mejor imposible, Melvin, que es el personaje maniático que interpreta Jack Nicholson, va cada día al mismo restaurante, se sienta en la misma mesa, pide la misma comida y espera que siempre se la sirva la misma camarera: Carol. A pesar de que a veces me comparo con él, yo aún no he llegado a ese extremo, entre otras cosas porque no he encontrado un sitio al que volver casi a diario. Pero en el fondo le entiendo, porque no es fácil dar con un lugar que aguante sin fisuras las expectativas de un tipo refunfuñón que le encuentra pegas a todo. 

Hubo una vez, eso sí, que encontré un bar donde regresaba tan a menudo que el camarero, sólo con mirarme, sabía si tenía que traer la cuenta o preguntar si queríamos otra ronda en función de cómo estuviera yendo la conversación con mi cita. El sitio, donde por cierto me sentía como en casa, acabó cerrando. Tal vez porque a la temperatura de la cerveza le sobraba siempre un grado y a mi ligue de turno le sobraba un puntito de algo.