10 feb 2019

Recordar.


Aunque no muy a menudo, de vez en cuando siento que mi cuerpo y mi cabeza viven en momentos diferentes. O sea, que yo estoy en el ahora escribiendo esto mientras que una parte de mí se encuentra, de forma inconsciente, anclada a un momento del pasado que va mutando de manera constante en función de aquello que me salta a la vista. Los objetos, portadores involuntarios de recuerdos, me trasladan sin quererlo a un otrora pretérito, seleccionando alevosamente alguno de los episodios que almacena mi memoria y reproduciéndolo en mi mente sin permiso alguno; alterando así los cimientos de mi frágil cordura. De este modo, cualquier cosa a mi alrededor es susceptible de resultar en un repentino sobresalto, de hacerme viajar mentalmente a otro tiempo. De invitarme a revivir una sensación que por mucho que quiera ya no volverá. Y de exponerme a los riesgos que entraña restaurar de forma inesperada el curioso almanaque de los días que se fueron.

De hacerme sentir vivo, al fin y al cabo.