Miente aquel que llora mientras
ríe en su interior, quien le pone al mal tiempo buena cara por decreto, aquel
que se hace protagonista de historias no vividas, y miente quien sale a por
tabaco y vuelve a casa al cabo de una hora.
Miente quien no cumple aquello
que promete, quien se rinde a la evidencia cuando ésta no está tan clara, aquel
que renuncia a sentir miedo a sabiendas de que no podrá reaccionar ante el abismo de
la falta de sus besos.
Miente cuando canta el gallo de
noche sin tener claro por qué, aquel que finge sentirse cómodo en la sombra
pero enciende la luz en soledad. Quien no puede aguantar a la presión del día a
día, y se baña por las noches en ginebra para soportar el devenir de la mañana
de después.
Mienten los domingos que prometen
tardes cortas y tranquilas de manta-peli-y-libro en el sofá. Mienten los
prospectos de los besos cuando ignoran que algunos tienen contraindicaciones y
efectos secundarios. No mienten, pero yerran aquellos que no alcanzan a
comprender que la peor de las resacas nada tiene que ver con el alcohol.
Mienten los endecasílabos cuando
tienen trece sílabas, y los alejandrinos cuando tienen dieciséis. Miente el
poeta cuando asegura ser feliz y nunca hombre atormentado.
Por mentir, hasta la
mentira miente, cuando dice que no quiere ser verdad.