Lo escribo aquí porque en algún lado habrá que contar todas estas cosas.
Hace unos días regresé de España. Volví como siempre, con la maleta a cuestas y la tesis sin escribir. Cuando me iba me dio por pensar que tal vez esta sea la última vez que tengo que volver aquí. Estamos en enero y no sólo no tengo trabajo, sino que a estas alturas tampoco hay mucha perspectiva de encontrarlo. Por primera vez en los últimos seis años no sé dónde estaré el próximo agosto. No es bueno ni es malo, es raro.
Una idea. En diciembre estuvimos en Sevilla y me pareció que era una sucursal del Cielo en la Tierra. Suena cursi, pero qué ciudad. Qué manera de entender la vida.
El sábado por la mañana fui a la compra y me crucé con un tipo que iba por la calle con un pantalón de pijama y unas chanclas, sin calcetines, a dos bajo cero. Al llegar al supermercado di con una señora obesa que llevaba un carrito eléctrico típico de nonagenarios en Benidorm. Estaba dando marcha atrás en el pasillo de los cepillos de dientes y sonaba un pitido intermitente para indicar la maniobra. Me pareció una escena ridícula, casi patética. No sé muy bien por qué, pero estoy experimentando el shock cultural de forma mucho más chocante este viaje que en todos los anteriores. Es como si ya no perteneciera a este sitio. Quizás es porque en mi cabeza ya he empezado a irme de Nashville, del sur. Lo que no tengo claro es a dónde.
Un hecho. Siempre que regreso a este lado dejo de usar colonia las primeras semanas. La razón es que cuando llego mi ropa está lavada y planchada por mi madre y sigue oliendo a mi casa. Así que trato de alargar la sensación lo máximo posible e intento usar alguna prenda nueva cada día para poder imbuirme de ese olor tan especial a suavizante.
El jueves leí esta entrevista que Loreto Sánchez Seoane le hizo a Ray Loriga donde contaba que le habían extirpado un “tumor benigno pero mortal”. Me sentí muy identificado con su reflexión, particularmente con la parte que dice que cuando te libras de la muerte, de repente “Lo grave pasa a ser lo importante, lo importante ya es sólo relevante y lo urgente sólo es apresurado”. Y es verdad. La ventaja de no morirte tras pasar algo así no es sólo seguir viviendo, sino tener una perspectiva privilegiada de la vida.
Un momento. Al final de El Golpe, Johnny Hooker (Robert Redford) le dice a Henry Gondorff (Paul Newman): “You are right, Henry. It’s not enough… But it’s close!”
Siguiendo con Ray Loriga, en el avión de regreso leí Caídos del cielo y me quedé con una frase (de muchas) grabada: "Como todo conductor experto, sabía que un solo momento de distracción podía resultar fatal, pero es que eran unas piernas preciosas”. Mientras lo leía pensé que me gustaría enseñarlo en mi próxima clase. Después caí en la cuenta de que no sé si llegará a haber una próxima clase.
Una reflexión. A pesar de lo que pueda parecer, la peor parte del jetlag no es el sueño, sino el hambre que te asalta a traición. Te despiertas a las 3 de la mañana y de pronto tienes unas ganas de comer inexplicables.
La última. En mi vida siempre se suele repetir un patrón. Primero decido hacer algo. Después cambio de opinión. Más tarde, por fin tomo una decisión que asumo como definitiva. Y justo cuando ya la tengo, sucede algo que me cambia los planes por completo. Hace tiempo que tomé esa decisión definitiva, así que aquí estoy, esperando a ver qué me tiene preparado esta vez el destino.