11 jul 2016

Así prefiero vivir.

No nos engañemos, una de mis señas de identidad más particulares es el hecho de que tengo una cierta afición a películas de dudosa calidad. Tengo debilidad por esas comedias románticas con final feliz. No contento con ello, además, tengo una enorme tendencia a ver películas que ya he visto; o sea, que no sólo me gustan las películas de contenido trivial, sino que además abuso de ellas hasta la extenuación porque siempre termino viendo las mismas.

Podría citar seis o siete cintas que veo de forma recurrente en función del momento de mi vida en el que estoy, pero esta noche me apetece hablar exclusivamente de una escena de Along came Polly. En el corte en cuestión, el padre del protagonista da un discurso (en inglés, claro) en el que dice que “Cuando menos te lo esperas, pueden pasar cosas buenas; mejores incluso que las que tú habías planeado”.

Soy un optimista convencido, casi enfermizo, quizás un inconsciente en grado sumo. Y no puedo dejar de serlo. No puede pasar un día sin que piense que por muy mal que haya ido, mañana saldrá el sol. No concibo existir pensando en que algo saldrá mal, ni mucho menos. Es tan terrible lo que siento, que a veces pienso que la vida sólo tiene días buenos y días mejores; por mucho que la muy asquerosa a veces se empecine en desacreditarme. Por mucho que el barco se me hunda cuando menos me lo espero.

Lo reconozco: no sé ser de otra manera. Además, no quiero ser de otra manera. Al contrario, quiero pensar que, efectivamente, cuando menos te lo esperas, la vida te trae algo por lo que merece la pena morirte lentamente, algo que te llene y que te consuma al mismo tiempo. Que te agujeree el alma y te lo remiende al mismo tiempo como si fuera un calcetín. Que jamás te deje indiferente, por mucho que la indiferencia duela.

Si me dan a elegir, prefiero subir al cielo un minuto, aunque ello conlleve tener que bajar después al infierno porque no tengo experiencia suficiente en mi currículum vitae. Prefiero sentirme vivo aunque tenga que pagar el precio de mi entierro posterior. Y así pienso seguir viviendo, dispuesto a cruzarme en el camino con cosas de esas “mejores incluso de las que había planeado”, por mucho que dejen cicatrices. Prefiero vivir con los ojos abiertos, porque ya dijo Lennon que “living is easy with eyes closed”. Prefiero estar dispuesto a estrellarme mil veces contra el mismo muro si es lo que me hace feliz, con la esperanza de traspasarlo en algún momento. Optimista incombustible, con cicatrices invisibles, así prefiero a vivir.


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