No nos engañemos, una de mis
señas de identidad más particulares es el hecho de que tengo una cierta afición
a películas de dudosa calidad. Tengo debilidad por esas comedias románticas con
final feliz. No contento con ello, además, tengo una enorme tendencia a ver
películas que ya he visto; o sea, que no sólo me gustan las películas de
contenido trivial, sino que además abuso de ellas hasta la extenuación porque
siempre termino viendo las mismas.
Podría citar seis o siete cintas
que veo de forma recurrente en función del momento de mi vida en el que estoy,
pero esta noche me apetece hablar exclusivamente de una escena de Along came Polly. En el corte en
cuestión, el padre del protagonista da un discurso (en inglés, claro) en el que
dice que “Cuando menos te lo esperas, pueden pasar cosas buenas; mejores
incluso que las que tú habías planeado”.
Soy un optimista convencido, casi
enfermizo, quizás un inconsciente en grado sumo. Y no puedo dejar de serlo. No
puede pasar un día sin que piense que por muy mal que haya ido, mañana saldrá
el sol. No concibo existir pensando en que algo saldrá mal, ni mucho menos. Es
tan terrible lo que siento, que a veces pienso que la vida sólo tiene días
buenos y días mejores; por mucho que la muy asquerosa a veces se empecine en
desacreditarme. Por mucho que el barco se me hunda cuando menos me lo espero.
Lo reconozco: no sé ser de otra
manera. Además, no quiero ser de otra manera. Al contrario, quiero pensar que,
efectivamente, cuando menos te lo esperas, la vida te trae algo por lo que
merece la pena morirte lentamente, algo que te llene y que te consuma al mismo tiempo. Que te agujeree el alma y te lo remiende al mismo tiempo como si fuera un calcetín. Que jamás te deje indiferente, por mucho que la indiferencia duela.
Si me dan a elegir, prefiero subir al cielo un minuto, aunque ello conlleve
tener que bajar después al infierno porque no tengo experiencia suficiente en
mi currículum vitae. Prefiero sentirme vivo aunque tenga que pagar el precio de
mi entierro posterior. Y así pienso seguir viviendo,
dispuesto a cruzarme en el camino con cosas de esas “mejores incluso de las que
había planeado”, por mucho que dejen cicatrices. Prefiero vivir con los ojos abiertos, porque
ya dijo Lennon que “living is easy with eyes closed”. Prefiero estar dispuesto a estrellarme
mil veces contra el mismo muro si es lo que me hace feliz, con la esperanza de
traspasarlo en algún momento. Optimista incombustible, con cicatrices
invisibles, así prefiero a vivir.
Me encanta.
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