17 jun 2014

Voy a crear un país.



Voy a inventar un país. Uno que me permita escribir mis propias leyes, y en el que nadie me obligue a quererte los martes. Donde la única frontera sea el respeto a las ideas, y donde la justicia sea más justa que la propia sensatez.

Voy a dibujar un país. Uno con calles y edificios de diseño a mi medida. Con escaparates opacos que oculten todo aquello que no me apetezca ver. Un país pequeño en el que no quepa el desamparo, y en el que las estrellas sólo den nombre a una avenida con nombre de mujer.

Voy a diseñar un país abierto y colorido. Donde no quepan ilusionistas clandestinos que, lejos de ser magos, sólo busquen generar falsa ilusión. Uno lo suficientemente grande como para no tener que verte cuando decidas -si decides- convertirte en un país independiente.

Voy a levantar de la nada un país. Y pienso repoblarlo a media noche cada día con todos los buenos momentos que sea capaz de robarle al día anterior. Uno que no salga en los mapas. Y que no tenga himno ni bandera, ni forma de gobierno conocida.

Voy a crear un país para poder exiliarme (en él) de ti. Y lo voy a hacer mañana.

Por si acaso esta noche decides volver.

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