Ya van doce veintiseises y ni
rastro de un porqué que justifique un “¿por qué no?”. No se atisba, ni
queriendo, una razón por la que no hubiera que haber sido un poco más
valientes. Y menos ahora que el tiempo tiene fecha de caducidad. Apenas cuatro
indirectas mal tiradas a destiempo y con desgana por los dos, y en la cabeza
una vez más un pensamiento: lo que pudo ser y no fue.
¿Que a qué viene todo esto? Pues a que son casi
las once. Y a que ya van doce veintiseises. Y a que todavía a estas horas, si me preguntas
por qué, te diré que por qué no.
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