Como en las películas, todo empezó en Nueva York. Fue un 18 de octubre de 2013, a eso de las siete de la tarde. Nos hallábamos sentados en un McDonald's mangando wifi y bebiéndonos una coca cola en cuyo recipiente podríamos haber nadado unos largos. Probablemente nos estábamos comiendo unos nuggets; ya no me acuerdo. Teníamos las maletas al lado de la mesa y llevábamos puesta la boina —no el beret, modernos— de no haber cruzado nunca el charco. Y allí estábamos, disfrazados de Paco Martínez Soria en La ciudad no es para mí, en medio del que para nosotros, en ese momento, era el lugar más inhóspito del mundo y sin saber dónde íbamos a dormir esa noche. Nueva York era un monstruo feísimo enseñándonos los dientes con las mandíbulas desencajadas y, en vez de acojonarnos, nos dio por reírnos, pasarle la seda dental entre los molares y decirle que engullese a otros, que a nosotros no nos asustaba. Y así fue. Reservamos un hotel, caminamos Manhattan arriba, aparcamos nuestro equipaje en el Grace y cuando nos quisimos dar cuenta estábamos haciendo cola en Burger Joint.
Lo cuento porque ese instante de desamparo es la mayor sensación de libertad que he experimentado en mi vida. Y porque es la primera vez que recuerdo, de manera consciente, disfrutar abiertamente de la incertidumbre de estar vivo. Mirar a los ojos de la duda y decirle, sin titubear y con mucha chulería: esta noche puedes echarme lo que quieras, que no te tengo miedo.
Desde que nacemos nos van poco a poco programando para que queramos tener todo bajo control. La ruta parece estar preestablecida casi desde antes de empezar. Nos convencen de las bondades de hacer planes y sentir que estamos a cargo de nuestra propia suerte. Así que claro, a la mínima que nos salimos un poco de la línea nos entran los soponcios, los disgustos y los ataques de ansiedad. Y alguien debería enseñarnos que no tiene por qué ser así. Que no pasa nada por escribir torcido de vez en cuando. Que la ausencia de certeza, a veces, esconde sensaciones maravillosas. Y que estar perdido en medio de la nada, sin saber dónde dormirás esa noche, puede ser, en ciertos momentos de la vida, la mejor manera de encontrarse a uno mismo.
No hay comentarios:
Publicar un comentario