Aunque nadie lo sepa, hay un
estudio científico de una universidad norteamericana cuyo nombre no puedo
revelar en este blog, que ha llegado a demostrar que a partir de las seis de la
tarde del domingo, los segundos transcurren a la mitad de velocidad. Ello hace
que la percepción del paso del tiempo que tenemos se vea distorsionada, hasta
el punto de que las últimas seis horas de la semana, a efectos prácticos, se
conviertan en doce horas reales. Sin embargo, y para compensar –dice el estudio-,
el lapso de tiempo que sucede entre las doce de la noche y las seis de la
mañana, transcurre al doble de velocidad.
Sólo así se explica, según el
estudio, que suene a la hora que suene el despertador, siempre tengamos sueño los
lunes por la mañana.
Los domingos por la noche –y esto
ya no hay estudio que lo refrende- son con mucho, la antesala del despertador de
madrugada de los lunes que, cómo no, siempre suena en el mejor momento de la
película, que si es mala suele coincidir con el final. Cuando llegan, uno
siempre tiene esa sensación de haber dejado escapar el fin de semana con vida, y
de una vez más, no haber intentado besar a esa chica que a saber si volverá; o
pedirle matrimonio, ya metidos en faena.
Los domingos a estas horas, son
esa sensación que queda tras no haber escrito ese email que nunca envías por
si acaso alguien decide contestarlo, y de paso remover con fuerza los cimientos
de tu vida, justo ahora que empezaba a secarse el hormigón de la estructura.
Las últimas horas del domingo
deberían venir en la gran mayoría de los casos con un manual de instrucciones. Con
un “Cómo sobrevivir a un domingo por la tarde sin ser devorado por una manada
de recuerdos”, o en su defecto, con un manual de contraindicaciones. Por poder,
hasta podrían venir con un Delorean y una caja de plutonio, que nos permitieran
vivir siempre en un domingo por la mañana constante. Sin horarios y sin prisas.
Sin sin embargos que lo embarguen todo de despertador; y con muelles que
impidan el giro de las agujas del reloj.
Sin domingos por la noche, ni lunes
por la mañana.
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