11 sept 2022

En la muerte de Javier Marías.

Marías no puede morir, porque los escritores no mueren, si acaso dejan de escribir de manera permanente. Se retiran de la vida pública para siempre, pero nos dejan un legado, que es la mejor forma de irse sin hacerlo realmente. Él lo entendió bien, creo, pues comprendió el laberinto de las emociones mejor que ningún otro y lo retrató también sin que nadie pudiera igualarlo. Supo que su obra le sobreviviría y escribió de manera consciente sobre lo más universal que tenemos y que con mayor frecuencia nos iguala: la condición humana. Y ahí queda todo lo escrito, que prevalecerá mucho más allá que la persona, que se desvanece hoy entre una niebla de septiembre. 

Hace algunos años, entre copas, me contaba Sam que cuando Marías venía a Nueva York, le pedía a su agente que le hospedase en un hotelito pequeño cerca de Times Square donde, a diferencia de en el Waldorf, aún le permitían fumar. Fue aquella vez también que nos pasamos horas comenzando cada frase con un “No he querido…” a cada paso, emulando el principio de su Corazón tan blanco, que siempre será uno de los mejores inicios de una novela en español. Hoy que Javier —que seguro odiaría estas confianzas— se ha ido, parece difícil repetir ese fragmento sin que suene a cliché manido. Pero esa noche, embriagados de vida, cogimos un billete de dólar, estampamos en él la frase, y lo grapamos juntos a los miles de billetes que decoraban las paredes de Tin Roof.

Paradojas de la vida, he sabido de su muerte a través de un pantallazo, ni siquiera una noticia. Un titular estampado en la pantalla de un teléfono para conocer el adiós de un escritor que seguía tecleando en su Olympia Carrera de Luxe. Me pregunto qué secretos quedarán almacenados en un ente sin memoria con el que ha pasado tantos años, tantos tecleos, tantas horas de escrutinio de lo humano entre el humo de interminables cigarros. Esa máquina de escribir que se ha quedado muda y desde hoy nos quema la retina con el blanco de la página intonsa. Qué misterios se habrá llevado consigo Marías y cuáles habrá descubierto después de mirar a los ojos a Caronte. 

Qué putada que ahora que por fin lo sabe todo de la vida, no vayamos a poder leerle hablar del paso al otro mundo el próximo domingo. 


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