2 sept 2022

Elogio de lo simple.

Existe en la aparente sencillez una estructura compleja, subyacente, que irriga el mecanismo de la simplicidad. Un ser sin ser que hace que lo simple nos parezca repetible sin esfuerzo. Se trata de un engranaje tan perfecto que cualquiera diría que hay algo secundario que lo activa, como una palanca invisible que lo mece al compás del silencio. Parece como si fuera un equilibrio improvisado, una genialidad carente de importancia, una forma de existir a lo Panenka. Tiene la ventaja, además, de que no hay que esperarlo, siempre está. El tiempo no le afecta, lo cual le convierte en puntual sin pretenderlo, que es la mejor forma de ser algo: hacerlo sin querer. Lo simple sufre menos, pues no vive pendiente de entender los porqués de lo complejo; ni siquiera se plantea que exista vida más allá de la simpleza. Existe sin más, por el puro placer de existir, y no por contraposición de nada, que es la mejor forma de no tener jamás que desistir. No precisa de nada, pues ahí reside su carácter, en la libertad que le otorga lo inmutable de su esencia. Es algo tan sencillo que, si deja de ser simple, simplemente deja de ser. 

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