4 ene 2016

Puestos a pedir.



El otro día me preguntó mi madre muy seria –tanto que casi me llama por mi nombre- qué quería que me regalasen los Reyes Magos este año. Yo, que soy un caprichoso de manual, respondí de forma muy sincera que en realidad no quería nada, que ya tenía todo lo que podía desear, y que no necesitaba ningún regalo en particular. No fue un gesto de impostura, sino más bien un signo de que realmente cada día tengo menos aprecio por lo material, y un poco más por las cosas intangibles; consecuencia, imagino, de hacerse mayor. El caso es que me hizo reflexionar sobre lo que de verdad me gustaría encontrarme el día 6 por la mañana en el sillón, y aquí estoy, dándole a la tecla.

Sonará a cliché si escribo que lo único que apreciaría recibir es salud. Pero no lo es, porque ni siquiera la quiero para mí, sino para quienes me rodean. Pido vitalidad por doquier para todos aquellos a los que me gustaría seguir disfrutando mucho tiempo, que tengan una vida sin sobresaltos y sin hospitales, sin cinco pastillas al día, y sin controles rutinarios. Quiero que vivan una vida plena, sea o no conmigo cerca, y que no tengan que preocuparse de si se les olvida o no darle un golpe a la tableta. Una existencia sin angustias y sin penas. Sin desvelos. No voy a caer en la ambición de pedir una vida feliz, pero sí al menos carente de afecciones.

Si digo que lo que quiero es un trabajo sonará también a tópico; pero lo quiero. No aspiro a hacerme millonario de la noche a la mañana con un golpe de suerte, pero si espero tener la fortuna de encontrar un empleo que me guste cuando regrese en mayo para quedarme a este lado. Uno que suponga un reto desafiante para mí, y en el que contribuya a mejorar la vida de las personas; uno que me traiga más satisfacciones que quebraderos de cabeza, y que me obligue siempre a dar lo mejor de mí. Que me permita vivir la vida que quiero, y empezar a hacer un doctorado en Derecho al mismo tiempo, que por si no lo había dicho, es mi próxima parada. Quiero, en definitiva, un trabajo que sea un medio y no un fin. 

Ya puestos a pedir, me gustaría tener, además de salud y trabajo, amplias dosis de fuerza y sentido del humor. Fuerza para afrontar los momentos complicados, porque de alguna u otra forma siempre acaban aflorando, sean o no esperados. Para poder tirar del carro cuando vengan mal dadas, y ejercer de tracción trasera sobre aquellos que a veces se quedan parados alrededor de mí. Para avanzar yo, y ayudar a avanzar a los demás. Y pido sentido del humor, porque siempre hace falta. Porque alguien dijo alguna vez que lo último que se pierde es la esperanza, pero es mentira; es el sentido del humor. Porque cuando se tiene éste, se afronta mucho mejor la ausencia de cualquiera de las otras cosas que, como ya he dicho, me gustaría encontrarme el día 6 por la mañana en el sillón.



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