Debido a mi formación jurídica, de alguna manera
me paso la vida –incluso ahora que ya no soy lo que fui- observándolo todo
desde el punto de vista que lo haría un amigo de la toga. Tan pronto me veo
analizando las estructuras de propiedad existentes en El Palmar de La Albufera
en Cañas y Barro mientras lo leo, como trato de aplicar conceptos jurídicos a
situaciones cotidianas de la vida sin encontrar nunca una respuesta ni acertada
ni justa, paradójicamente. Problemas de ser juez y parte, diría yo.
Desde hace algún tiempo vengo analizando el porqué
de un hecho que se prolonga en el tiempo y el espacio de forma casi indefinida,
hasta el punto de que he acabado encontrándole una explicación o una semejanza
jurídica a algo que evidentemente no la tenía ni de lejos. Sin embargo, como
los límites de la imaginación son infinitos, más en mi caso cuando se trata de
inventar teorías infundadas, he llegado a la conclusión de que el problema de
todo ese porqué que se prolongaba sine die era precisamente lo que voy a contar
a continuación.
En el derecho penal existen diferentes grados de
comisión de un delito. Por un lado está la consumación, que significa que el
delito se ha cometido por completo. Y por el otro está la tentativa, que supone
precisamente que el delito no se ha consumado, es decir, que no se ha llegado a
cometer del todo. Dentro de la tentativa existen diferentes subtipos: está la
acabada, que es aquella en la que el delincuente hace todo lo que puede para
que se consume el delito, pero por mor de una fuerza ajena a éste, el delito no
se llega a consumar. Está también la inacabada, que es aquella en la que el
delincuente nunca llega a consumar el delito del todo por sus propios medios. Y
luego está la inidónea, que consiste en tratar de llevar a cabo un delito a
través de una conducta que no representa ningún tipo de peligro real: tratar de
envenenar a alguien con azúcar, por ejemplo. Y es precisamente de toda esta
reflexión de donde viene el título de este libro.
Supongamos que el olvido fuera un delito
tipificado en el código penal –debería serlo en algunos casos-, y que yo soy el
delincuente que lleva una larga temporada decidido a cometerlo. Imaginemos que
durante todo ese tiempo llevo poniendo cuantos medios tengo a mi disposición
–inclusive mudarme de país- para llevar a cabo dicho ilícito penal, y que sin
embargo ni aun así soy capaz de llevarlo a cabo. ¿Por qué no lo he cometido
aún? Pues, existen varias posibilidades. La primera de ellas es la tentativa
acabada, es decir, que pese a hacer todo lo que puedo por cometer dicho delito
de olvido, hay un agente externo, un tercero que hace algo para evitarlo. La
segunda es la inacabada, que no parece que sea la aplicable al caso que nos
ocupa. Y la tercera es la inidónea, que es en la que evidentemente me voy a
centrar.
Si buscamos un equivalente a tratar de matar a
alguien envenenándole con azúcar, posiblemente para el caso del delito de olvido,
éste sea tratar de olvidar a base de recordar constantemente. De este modo, no
parece que escribir cientos de líneas sobre alguien sea la mejor forma de
olvidarle. Y es de ahí de donde viene el título del libro. La tentativa
inidónea del olvido representa eso: la imposibilidad de cometer un delito
determinado precisamente por estar utilizando los medios equivocados –radicalmente
opuestos diría yo- a los que habría que usar para cometerlo. La imposibilidad
de olvidar a alguien deriva justamente del hecho de que los medios que se han
seguido para el olvido han sido absolutamente inadecuados. Escribir un libro de
recuerdos no es, en modo alguno, la mejor forma de borrar de la memoria a
nadie.
Por eso, la tentativa inidónea del olvido recoge
precisamente todos los medios escritos con los que algún día traté de olvidar a
la persona sobre la que escribía, sin darme cuenta de que lejos de cometer un
delito de olvido, lo que estaba haciendo era precisamente acrecentar un
universo de recuerdos. Porque no me di cuenta de que la forma de olvidar era
justo la contraria: entregarme de lleno a un delito jamás tipificado que, desde
la publicación de este libro, ya nunca jamás cometeré. El delito del olvido. La
desmemoria de aquello que viví.
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