Otro año –otra vez- lo ha vuelto
a hacer. Ha vuelto a pasar la vida volando como un cometa sin rumbo y
desenfrenado que orbita sobre nuestras cabezas. Silencioso. Otro año –decía- que
se va sin que si quiera nos haya dado tiempo a conocernos. Justo ahora que me
había decidido a ponerle cara, el muy bandido se me ha escurrido entre los
dedos, como si no quisiera salir en la foto. Doce meses han pasado ya desde
que, cargados de buenas intenciones iniciásemos el que otrora fuera el año
nuevo –éste que despedimos ya-.
Y yo –siempre dado a hacer
balance- por mucho que lo intento, no sé si el 2013 me sale a pagar o a
devolver. Igual que no sé lo que me falta ya en el debe, ni tengo muy claro qué
es lo que quedaba en el haber antes de empezar. No alcanzo a saber si me sale a
cuenta o no, después de lo vivido, tratar de discernir qué me llevo de lo que
había, y qué dejo de lo que aún no estaba cuando empezó. Por eso no soy capaz
de valorar todo lo que ha acontecido. Pero no por ello dejo de ser consciente
de todo lo que este año –que se me escapa de las manos- ha traído a –y se ha
llevado de- mi vida.
Éste que se va, ha sido el año
del Sweet Home Alabama y del Livin’on a prayer. De las #GinebritasNight y las
mañanas de Espidifén. Del Dunkin Donuts y el sushi. Del Madrid de baloncesto y
los palos de golf. De Los Planetas, como siempre, y de Sixto Rodríguez. De
aprender a hacer el cubo de Rubik. De los billetes de AVE –y de los billetes de avión-. De
Suits. De tus trances gastronómicos. De la Final Four. Del queso de cabra con
mermelada de tomate. De la casualidad. De Barcelona, de Nueva York. Del Dancing
Queen de ABBA y de Bon Iver. De Paul Auster y Murakami. De Jabois. De La Música
del azar y de El pájaro que da cuerda al mundo.
El 2013 es el año de la gabardina
y los zapatos de borlas. De ponerme la toga. De abandonarla decepcionado. De
Harvey Specter, de Rachel Zane, de Mike Ross. De fundar una empresa. De
abandonar unos sueños y encaramarse a otros. De aprender a sufrir. De
derrochar. De las gafas de madera. De Alabama, claro. Y de su Universidad. De
los lunes de bingo en el Moe’s. De dar los primeros pasos del #SueñoAmericano. De
muchas sonrisas. Y, por desgracia, de muchas lágrimas. De Madrid de día. De
Madrid de noche. Del Tudesky’s Lounge. De las ilusiones nuevas, que han sido
tantas como las viejas decepciones. De los recuerdos imborrables, y de los que ya
hace tiempo ardieron en una pira imaginaria.
Por todo esto, éste que nos deja, no ha sido un año
más; ha sido el 2013.
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