Esta tarde estaba escribiendo una historia en la que, en un
momento dado, el protagonista al entrar en una tintorería a recoger un traje,
recala en el hecho de que sobre la estantería yace una vieja radio analógica. De
este modo, el personaje empieza a relacionar, y acaba haciendo la siguiente
reflexión.
“…una vieja radio analógica, de
ésas en las que para cambiar el dial hay que girar una rueda hacia la derecha o
la izquierda. Me gustan esas radios, me recuerdan un poco a la vida. Me
explico: cuando encuentras un dial que te gusta y se oye bien, lo mejor es
dejar la rueda como está. No se debe tocar la antena ni se debe cambiar la
radio de lugar, pues ello podría conllevar una pérdida irreparable de señal.
Sin embargo, la curiosidad unas veces, y la necesidad otras, hace que sea inevitable
girar la rueda para tratar de buscar otro dial.
La vida es la radio completa. La
rueda somos nosotros, y el dial es ese objetivo especial, ese algo que nos
atrae de forma irremediable, ese alguien con quien compartiríamos algo más que
un café con dos azucarillos -o una pizza con queso de cabra y mermelada de
tomate-. La posición de la radio y la antena, en la vida podrían identificarse
con las circunstancias y personas que nos rodean. Con todos los elementos que
además de ser ajenos a nosotros, de alguna forma escapan a nuestro control.
En la radio, con mucha suerte encontraremos
un dial que nos guste –en la vida ese algo, o ese alguien-, y trataremos de
mantenerla en un lugar en el que nadie pueda darla un codazo y desplazarla –en la
vida conservar ese algo o ese alguien-. Sin embargo, no siempre lo
conseguiremos. O no siempre lo querremos
conseguir.
Habrá veces en las que venga
el viento y nos pille con las ventanas de la tintorería bajadas, moviendo la
radio, y dejando así inservible el dial –en la vida, aquellas circunstancias
externas, que no dependen de nosotros mismos-. Con suerte, seremos capaces de
devolver la radio a su posición original de forma que podremos recuperar el
dial, y seguir escuchando esa emisora –en la vida, dominar ese elemento externo
que nos ha arrebatado aquello de lo que disfrutábamos-.
Otras veces, sin embargo, seremos
nosotros quienes cambiemos la radio de lugar o toquemos la antena. Quienes
giremos la rueda para tratar de cambiar de dial –en la vida, las decisiones que
tomemos- para buscar otro diferente -en la vida, abandonaremos ese algo o ese
alguien, con la esperanza de encontrar otro mejor-. Ese giro de rueda –esa
decisión-, podrá conllevar el descubrimiento de un nuevo dial –ese algo, o ese
alguien- que merezca la pena. O no.
Hay un elemento, sin embargo, sin
el cual la radio no podría funcionar: la electricidad. Ésta es la que dará a la
radio la fuerza suficiente para conseguir sonar. En la vida, este elemento se
podría identificar con aquellas cosas o personas que nos dan fuerzas para
conseguir nuestro objetivo –en la radio, encontrar ese dial-. Algunos lo
llamarán ánimos –en la radio, corriente eléctrica-, otros lo llamarán ondas –
en la vida, sentimientos-.
Y otros sin embargo, lo llamaremos
ilusión.”
No hay comentarios:
Publicar un comentario