18 dic 2013

La vida es como una radio analógica.


Esta tarde estaba escribiendo una historia en la que, en un momento dado, el protagonista al entrar en una tintorería a recoger un traje, recala en el hecho de que sobre la estantería yace una vieja radio analógica. De este modo, el personaje empieza a relacionar, y acaba haciendo la siguiente reflexión.

“…una vieja radio analógica, de ésas en las que para cambiar el dial hay que girar una rueda hacia la derecha o la izquierda. Me gustan esas radios, me recuerdan un poco a la vida. Me explico: cuando encuentras un dial que te gusta y se oye bien, lo mejor es dejar la rueda como está. No se debe tocar la antena ni se debe cambiar la radio de lugar, pues ello podría conllevar una pérdida irreparable de señal. Sin embargo, la curiosidad unas veces, y la necesidad otras, hace que sea inevitable girar la rueda para tratar de buscar otro dial.

La vida es la radio completa. La rueda somos nosotros, y el dial es ese objetivo especial, ese algo que nos atrae de forma irremediable, ese alguien con quien compartiríamos algo más que un café con dos azucarillos -o una pizza con queso de cabra y mermelada de tomate-. La posición de la radio y la antena, en la vida podrían identificarse con las circunstancias y personas que nos rodean. Con todos los elementos que además de ser ajenos a nosotros, de alguna forma escapan a nuestro control.

En la radio, con mucha suerte encontraremos un dial que nos guste –en la vida ese algo, o ese alguien-, y trataremos de mantenerla en un lugar en el que nadie pueda darla un codazo y desplazarla –en la vida conservar ese algo o ese alguien-. Sin embargo, no siempre lo conseguiremos.  O no siempre lo querremos conseguir.

Habrá veces en las que venga el viento y nos pille con las ventanas de la tintorería bajadas, moviendo la radio, y dejando así inservible el dial –en la vida, aquellas circunstancias externas, que no dependen de nosotros mismos-. Con suerte, seremos capaces de devolver la radio a su posición original de forma que podremos recuperar el dial, y seguir escuchando esa emisora –en la vida, dominar ese elemento externo que nos ha arrebatado aquello de lo que disfrutábamos-.

Otras veces, sin embargo, seremos nosotros quienes cambiemos la radio de lugar o toquemos la antena. Quienes giremos la rueda para tratar de cambiar de dial –en la vida, las decisiones que tomemos- para buscar otro diferente -en la vida, abandonaremos ese algo o ese alguien, con la esperanza de encontrar otro mejor-. Ese giro de rueda –esa decisión-, podrá conllevar el descubrimiento de un nuevo dial –ese algo, o ese alguien- que merezca la pena. O no.

Hay un elemento, sin embargo, sin el cual la radio no podría funcionar: la electricidad. Ésta es la que dará a la radio la fuerza suficiente para conseguir sonar. En la vida, este elemento se podría identificar con aquellas cosas o personas que nos dan fuerzas para conseguir nuestro objetivo –en la radio, encontrar ese dial-. Algunos lo llamarán ánimos –en la radio, corriente eléctrica-, otros lo llamarán ondas – en la vida, sentimientos-.

Y otros sin embargo, lo llamaremos ilusión.”


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