De vez en cuando y frente al mar,
la vida te sorprende retratando al siempre infalible Google y abriendo una
terraza que creías cerrada, te regala cervezas con etiquetas curiosas y difícilmente
despegables e incluso, si eres muy afortunado, te proporciona ratos que
guardar. Te descubre, porque tú no lo sabías, que la mano derecha es aquella
con que escribe los renglones torcidos el engranaje que hace girar los hilos
que dan cuerda a la casualidad y, cuando menos te lo esperas, casi te riega—teatralmente
hablando—unos pies destrozados en medio de una misión casi secreta. Te procura
despiadada lo inevitable aunque fracases en el involuntario intento de evitarlo
por falta de pericia y, no contenta con eso, te cierra una puerta—como en el
XIX—y te permite reescribir la Historia, haciendo que casi 213 años más tarde, por
fin ganemos la batalla de Trafalgar.
Ahí es nada, la vida.
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