21 dic 2021

La seducción vs. El sexo.

Hay algo en la seducción que no existe en el sexo. Un atractivo que se desvanece en el momento que se constatan la camisa tirada por los suelos y los labios enredados, haciendo caso omiso de los límites mentalmente establecidos un segundo antes. Seducir es entregarse a la mera posibilidad de que no haya un punto de retorno y aceptarlo con todas sus consecuencias. El sexo no es tanto expectativa, sino más bien un notario que da fe del resultado del flirteo. Un acta de manifestaciones. Un reunidas las partes que registra que ya existe tonteo tanteo. Es constatar, sin más escudo que la piel, que tu intuición era correcta. La seducción en cambio es un juego, una batalla mental en un tablero que desemboca en una guerra fuera de él, y cuyas reglas se van creando sobre la marcha. Consiste en saber mover con destreza las piezas en el laberinto de los intereses mutuos. El objetivo último es dar jaque mate en cinco movimientos a tu oponente para después insuflarle vida. Da igual que ganes o pierdas la partida porque el premio es siempre celebrar el resultado y nunca hacerlo solo. Ahora bien, arrancarse la ropa a dentelladas lo puede hacer cualquiera, pero seducir no está al alcance de todos.  

La seducción forma parte del constante ensayo de la vida, es un prueba y error que se repite. El sexo no, el sexo es la antesala permanente de la (pequeña) muerte. 

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