3 nov 2021

Humanidades.

A veces me pregunto en qué momento las Humanidades comenzaron a perder fuelle hasta el punto de renunciar prácticamente a ellas. ¿Desde cuándo se dejaron de estudiar la literatura y la cultura de un país para centrarse exclusivamente en aprender la lengua que allí se habla? O sea, ¿en qué momento dejó de ser importante el contexto que rodea a esa herramienta? 

Ahora que estoy en mi último año y que por primera vez afronto un proceso de búsqueda de empleo, me ha dado por pensar: ¿las Humanidades se han ido muriendo solas o las hemos matado entre todos? En una universidad cada vez más mercantilizada, donde cada vez más importa menos todo aquello que no reporte un beneficio económico directo, parece que ya no tienen cabida las clases en las que enseñamos y aprendemos de dónde venimos. Ahora lo importante es adquirir una habilidad, el español en nuestro caso, y usarla con un fin transaccional.

No sé quién tiene la culpa, ni si el video killed the radio star, pero me entristece la deriva. Me da pena que quienes vengan detrás vayan a aprender español pero no vayan a leer el Quijote, ni a saber quién fue Larra. Las Humanidades tienen un componente formativo que afecta directamente al espíritu de la persona, aportan un plus intangible a quienes las cultivan; a buen seguro no producen mucho rédito económico, pero también son necesarias. Especialmente en un mundo que cada vez aprecia menos la importancia de una belleza sin pretensiones, del ser sin más, sin tratar de existir con un propósito más allá del mero deleite.

Como profesor en ciernes me parece un reto extraordinario crear cursos que ayuden a hacer más atractivo el material para las generaciones que vienen. Quizás sea el momento de enganchar a golpe de aforismo a los herederos de lo breve, y desde ahí llevarles de la oreja a la poesía, al ensayo, a la novela. Tal vez sea el momento de estrujarnos un poco más el cerebro y atraparles de la mano de la elipsis y la metáfora para hablar del folleteo en la novela del XIX. Que cuando se cierra una puerta, algo siempre pasa dentro de esa sala. Que esa tormenta no son sólo rayos y truenos. Cualquier tema es bienvenido siempre y cuando haga que vengan a clase (y lo hagan sin almohada).

Debemos seguir enseñando español, claro que sí. Y debemos seguir formando personas, no sólo futuros trabajadores. El estudio de las Humanidades da pie al planteamiento de cuestiones éticas y morales, sugiere dilemas, paradojas y situaciones en las que nuestros estudiantes se ven forzados a pensar por sí mismos (algo que da miedo hoy en día). Eliminar paulatinamente el componente literario y cultural de nuestros departamentos nos acabará convirtiendo en meras academias de idiomas. Y eso, a la larga, hará que nuestros alumnos conozcan muchas lenguas, pero desconozcan cómo razonar en ninguna de ellas. Con lo que eso conlleva. 

1 comentario:

  1. Que grande eres Miguel! Y afortunados que serán tus alumnos de tenerte como profesor.

    Un abrazo virtual,
    Jèssica

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