22 abr 2021

El penúltimo reducto de la infancia.

Pasan los años y las personas se van. Y en uno de esos portazos a la vida, queda la estirpe tambaleándose como un tentempié que no acaba de encontrar jamás el equilibrio. Miras al frente y cuando te quieres dar cuenta hacia atrás no queda nada. El pasado se diluye a la sombra de una parra en una casa rosa, mientras te ves clavando clavos en retales de madera con un martillo cuyo peso tus brazos apenas pueden soportar. La memoria se despeña haciéndose la indiferente, pues a ella el paso del tiempo no le afecta, recordándote aquellos fideos gordos que comías en la casa de la playa. Las partidas de mus que jugaba tu padre con tu abuelo. Los nísperos que colgaban del árbol de la esquina de la calle Esperanto. El melón al que operaba Florencio en la terraza. Las mañanas de verano en la piscina. Comer en la cocina del bar antes de que empezaran las comidas y esperar dos horas en casa hasta hacer la digestión. El futuro entonces no era más que una promesa y el tiempo estaba detenido entre la bruma de la monotonía veraniega. Pasó la vida y poco a poco empezaron a desaparecer los personajes de la historia. Uno a uno fueron dejándose caer del otro lado, llevándose consigo –algunos— una gran parte de mí. Con el tiempo se acabaron secando aquellos limoneros y al dominó se le perdió el seis doble. Y en aquella casa, donde siempre había sopa, sin importar la época del año, se acabaron de un plumazo los últimos días del Edén. Crecimos. Y con crecer fuimos desterrando vacaciones, cada vez más reticentes a despegarnos de los nuestros. Aquel mar que hacía juego con el edificio rojo del fondo dejó paso a los días raros. Elena, que así se llamaba el supermercado de la esquina, acabó echando el cierre y dando paso a un pub irlandés. El niño al que le colgaban los pies mientras bebía zumo de tomate natural sentado en la encimera, se acabó haciendo grande. Y nosotros, que entonces no supimos valorar lo que teníamos, miramos hoy con ojos de nostalgia cómo cae, por desgracia, el penúltimo reducto de la infancia.  

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