Cuéntame, tú que aún no lo sabes, cuál es la quintaesencia
de los ratos que perdemos y a cuánto asciende la suma de facturas retornadas a
la vuelta del camino de las dudas. Pregúntame, tú que sólo lo sospechas, cuál
es la unidad de medida de la ausencia y a qué suena el silencio más atroz.
Dime, tú que me conoces, por qué somos y no somos y buscamos siempre un giro
más y un paso menos, por qué siempre y nunca, y nunca tal vez sí y quizás no ni
puede. Tú, atrévete a desenclavarme de este sueño. Encógeme los dedos y conviérteme
en pedazos de papel y prende fuego. Extíngueme, disuelto entre tus brazos como
una inútil solución. Y déjame, por esta vez, arder sin miedo.
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