Hace algunos días ya que empecé a despedirme de este sitio,
que empecé a tomar conciencia de que justo dentro de una semana estaré cogiendo
ese avión que me devuelva a Madrid para descubrir aquello, lo que sea, que la
vida me tiene preparado a partir de ahora. Y lo cierto es que desde el primer
día que comencé a tener esa sensación se me está atragantando todo, desde decir
adiós a mis estudiantes, hasta pasear por el margen del río -que otrora fue un
momento catártico-. Llevo días intentando escribir, describir esta sensación de
vacío que tengo, y no soy capaz. No me salen las palabras, que al final es la
única manera que tengo de dar forma a este sentimiento tan jodido.
Últimamente todo sabe a despedida, las canciones que
escucho, los lugares a los que voy, la gente a la que veo, la comida que como,
y hasta las calles por las que transito con mi bici. Todo se ha convertido en
el escenario de un adiós que no acaba de empezar, pero que tampoco alcanza a
terminar. Estos últimos días la vida se ha convertido en una deriva permanente
marcada no sólo por el hecho de dejar este lugar en el que soy feliz, sino por
la venida de un futuro incierto en un país que, a fuerza de observar desde este
lado, he dejado de sentir como mío.
Y así es cómo transcurre el tiempo últimamente, tratando de
disfrutar esa agridulce sensación de abandonar Alabama para recalar de nuevo en
Madrid -o donde sea-. Que de repente, y sin querer, me he convertido en Bill
Murray en Atrapado en el tiempo, escuchando día sí día también el I got you
babe de Sonny & Cher cuando amanezco. Y lo único que quiero a estas alturas
es, de una vez por todas despertarme y sentir que por fin “hoy es mañana”.
No hay comentarios:
Publicar un comentario