6 oct 2015

Habrá quién.



Habrá quien pase por la vida sin haber sentido el vacío bajo los pies mientras sueña con los ojos abiertos. Quien no se sienta estremecido la primera vez que se encuentra a la sombra de un rascacielos. Habrá quien no sepa lo que es el desamparo de no saber, a las siete de la tarde de ese día, dónde dormirá esa noche en Nueva York. Quien no haya soñado con perder el último autobús un viernes por la noche. Habrá quien no haya besado unos labios que dicen sí con la mirada y no con la palabra. Quien no encuentre el momento de volver.

Habrá quien no haya navegado en la vida a la deriva. Quien no encuentre su sitio a la primera, ni a la segunda, ni a la tercera. Y también habrá quien lo encuentre. Habrá quien no haya mirado por la ventanilla de un avión y se haya sentido insignificante. Quien no haya sentido el vértigo que da asomarse al precipicio de las decisiones difíciles. Habrá quien no haya sacrificado algo bueno para conseguir algo mejor. Quien no haya dicho una mentira piadosa para cruzar al otro lado de este lado y pelear por aquello en lo que cree. Habrá quien no haya dudado nunca de su sombra.

Habrá quien nunca haya conocido a nadie digno de querer parar el mundo. Quien no haya saboreado las mieles del fracaso. Incluso habrá quien no haya fracasado jamás, pobre. Habrá quien no haya interpretado una canción sin partitura. Quien no haya tarareado una razón irracional. Habrá quien haya tenido la necesidad de apostar por algo. Y quien nunca haya jugado a todo o nada.

Pero ese último no habrá vivido.

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