14 jul 2014

La contabilidad de ti.



Cuéntame, tú que no lo sabes pero puedes intuirlo, cuál es el valor absoluto de los besos que no damos, de las sonrisas impostadas y de las voces que callan todo aquello que jamás decimos con palabras. Cuánto valen todas las miradas ausentes y a qué precio se venden los cantos de las sirenas que abordan barcos sin rumbo en el mar de tus dudas lisonjeras.

Dime, cuánto cuesta secuestrar tu sombra durante el tiempo que tarda en enfriarse este café que nunca bebo, o cuánto tardan en borrarse las palabras que escribimos con tinta indeleble. Cuánto valen los recuerdos a tu lado si la base imponible es de un valor incalculable, y qué impuesto me grava el pensamiento de no verte cada día despertar en el lado izquierdo de mi cama. A cuánto asciende la factura de todos los minutos que me permito a mí mismo echar de menos tu pelo enmarañado las mañanas de domingo.

Calcula con precisión, si es que puedes, si me sale a cuenta contar contigo entre mis números vitales. Envíame un estudio de viabilidad que diga hacia dónde tienden tus palabras cuando esta indeterminación tan nuestra ya no tiende jamás juntos hacia el infinito más próximo. A qué valor cotiza el sentimiento en el mercado secundario de los abrazos que ya nunca más daremos, o quién dirigirá el organismo regulador que regule tu ausencia de ahora en adelante. Cuéntame, qué hago yo con todo el excedente de este amor que tenía guardado para ti.

Hazlo, o si no al menos dime a cuánto queda la estrella más distante de nosotros y déjame que encuentre una manera de exiliarnos en ella los domingos impares de febrero por la tarde, y los sábados alternos y completos de septiembre.

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