3 ago 2013

Lo que me gusta de la vida.



El cielo tiene forma de piernas de mujer. De noche estrellada. De puesta de sol en la cala más recóndita de una isla perdida en el Mediterráneo. De cometa que vuela sin rumbo en mitad de un vendaval. De beso robado a las 3 de la mañana. De billete de avión y reserva de hotel.

El cielo es una noche con amigos cerrando el bar de siempre mientras la camarera nos sonríe. Es coger el coche sin rumbo, y perderte por carreteras secundarias bien acompañado; sabiendo que tu copiloto no te guardará rencor. Porque perderse es la excusa para pasar más tiempo juntos. Para no separaros.

El cielo sabe a pizza cuatro quesos. A sushi. A Albariño. A salsa rosa (de la mía, claro, con coñac y zumo de naranja). Sabe a tortilla de patatas, con cebolla, claro. A pan de leña. A salmón marinado. A naranjas recién exprimidas. Y a jamón ibérico. Sabe a sobremesa bien acompañado, con buenos licores. Y humo. Porque una sobremesa es mejor con humo.

El cielo es una mujer risueña y con tacones. Y un “¿quedamos mañana para tomar una copa?”. Es un instante en el que se para el tiempo. Un aliento de vida a las 6 de la mañana mientras la dejas en la puerta de su casa. O cogiendo un taxi en la Gran Vía. Es una mirada indiscreta mientras ladea la cabeza para tocarse el pelo, coqueta.

El cielo huele a sal, y a mar. A jazmín en Sevilla, y a pólvora en Valencia. A lo que huela su cuello esa noche, aunque tardes más de dos horas en acercarte a comprobarlo. Huele a sarmiento, a barbacoa. Con amigos, claro. Porque la vida es mejor con amigos. Y a sorbete de limón después de una comida. Huele a libertad, pero no a una libertad cualquiera, sino a una libertad bien interpretada. Carente de horarios.

El cielo es un cine de verano. Y un paseo por la arena, aunque no te guste la arena. Es una canción inoportuna que suena en mitad de un momento de desvelo. Una cerveza y un perrito caliente en La Virgen. Bien acompañado, claro. Es la sensación de tu cara recién afeitada contra la almohada después de un día largo. Una mañana dando bolazos sin rumbo con el hierro 7. A liberar tensión. A lo que salga.

El cielo suena a guitarra española bien tocada. Al ruido de los dedos rozando los trastes para cambiar de nota. A silencio cuando se necesita silencio. A ruido cuando no soportas el silencio, porque te abruma. Porque te mata. Porque necesitas ruido. Suena a una canción nueva que desconocías y que escuchas hasta que aborreces preguntándote “¿cómo he podido vivir tanto tiempo sin oírla?”.

El cielo es sentarte en la terraza con una copa a leer un buen libro con ningún ruido más que el que producen las olas al romper en la orilla. Es tener la sensación cuando te acuestas de que ha sido un buen día. Y aun así, tener la esperanza de que mañana será mejor. Es un email de esos que te acelera el corazón. Es ser capaz de hacer felices a los demás. Aunque esto último no siempre sea fácil.

El cielo tiene forma, es, sabe, suena y huele a todo eso y mucho más. Y donde digo cielo, podéis leer “lo que me gusta de la vida”.

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